PORQUE EL COLOR DE LA SANGRE JAMÁS SE OLVIDA…

Por Fanny Ruiz Palacios
México (Aunam). Ante un cielo azul, despejado y con el Sol radiante, la Plaza de las Tres Culturas comienza a llenarse de gente; jóvenes desde quince años hasta adultos de cincuenta y más, llegan poco a poco a Tlatelolco con pancartas levantadas por tres o cuatro personas, con las cuales identifican a la institución de donde provienen.

Chicos y grandes elevan, hasta donde les es posible, banderas blancas, rojas y negras; cada individuo allí presente viste a su propio estilo, por lo general, se trata de jeans y playera, algunos coinciden en portar paliacates del Che Guevara, las palestinas también abundan, así como gorras y sombreros, pues el punto es tener algo en la cabeza para disminuir la intensidad de los rayos solares en su rostro.

Son bastantes jóvenes quienes cubren nariz y boca con un paliacate que da la impresión de ser una calavera; el efecto en las caras asemeja un esqueleto.



Evidentemente, las personalidades son variadas, lo que es cierto es que nada de eso importa, pues todos están allí por una misma razón: levantar la voz y expresar el repudio al gobierno de 1968 cuando, bajo el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, cientos de estudiantes presentes en la Plaza de las Tres Culturas, como parte del mitin de protesta, fueron asesinados.

Aquel evento tan atroz permanece vivo en la memoria de los mexicanos, el 2 de octubre del 68, quedó marcado en la historia como un día de represión e impunidad ante una masacre hacia un grupo de activistas que levantaron la voz para generar un cambio.

Hoy, tres coronas funerarias están colocadas a un costado de la Iglesia y Convento de Santiago, una con flores blancas, rojas y verdes; otra únicamente con flores blancas, y la tercera en tonalidades verdes.

Claveles blancos, rojos y amarillos rodean una lápida dedicada “a los compañeros caídos en 2 de octubre de 1968 en esta plaza”, debajo de esta frase se enlistan algunos nombres de los estudiantes que perdieron la vida en un enfrentamiento donde los únicos armados fueron los representantes la “justicia”.

La Plaza de las Tres Culturas que hace 42 años estuvo repleta de escolares de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Instituto Politécnico Nacional (IPN), principalmente, luchando por un mismo ideal, hoy recibe a cientos de visitantes que se detienen unos minutos para poner atención a las lonas con mensajes y dibujos, así como las ofrendas hechas a la memoria de las víctimas de un Estado represor.

Una chica vestida de negro y con rastas coloca un cartel sobre el suelo que en aquel momento se manchó de sangre inocente, el cual plasma el dibujo de un tanque de guerra de donde sale la cabeza de Díaz Ordaz, en el costado se ven entrelazados los cinco aros representativos de juegos olímpicos; y a la derecha de la pancarta está el texto: “2 de octubre, ni perdón, ni olvido”.

A lo lejos, se escucha una y otra vez “aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir, que el pinche gobierno se tiene que morir”, cantico entonado por un grupo de chavos que cargan una manta con las letras “CCH Sur”.

Todos llegan a Eje Central Lázaro Cárdenas, a la altura del Centro Cultural Universitario Tlatelolco; a lo largo de esta avenida se juntan representantes del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), estudiantes del IPN, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), y algunas escuelas de la UNAM como la Escuela Nacional Preparatoria número 2, el CCH Sur, Trabajo Social, la Facultad de Derecho y la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS).

Una vez reunidos en el punto de partida, se arreglan los últimos detalles; revisan pancartas, banderas y mensajes que se mostrarán y llevarán en alto durante el recorrido. Algunos aprovechan el tiempo y reparten volantes informativos sobre la matanza de Tlatelolco.

Dan las 3:30 de la tarde, los asistentes dan pasos lentos; el contingente comienza a moverse. Los mensajes se elevan y con el caminar de los estudiantes y obreros se entonan frases que resumen la opinión y pensamientos de los allí presentes.

Sobre las cabezas de los adolescentes y adultos hay mensajes como: “2 de octubre, sólo existe un sentimiento mayor que el amor a la libertad, es el odio a quien te la quita”, “2 de octubre, no luchar es olvidar” y “Fuera puercos del poder”.

Las voces en un inicio son tímidas, un grito en conjunto que dice: ¡Goya, goya, cachún, cachun, ra, ra, cachún, cachun, ra, ra, goya, Universidad!, y de pronto la timidez se ha marchado. Hay entusiasmo en los rostros y miradas del contingente de “Polakas”, representantes de la FCPyS.

¡Doooos de octubre, nooo se olvidaaa!, ¡Doooos de octubre, es de lucha combativa!, ¡Dos de octubre, no se olvida, es de lucha combativa!, corean decenas de jóvenes mientras levantan sus brazos al cielo en un movimiento que simboliza protesta.

Pasan los minutos, el contingente de Polakas se detiene y se separa del resto de los que marchan sobre la avenida Lázaro Cárdenas. Unos a otros se preguntan qué ha pasado para no continuar cantando y avanzando. La voz del dirigente del grupo de Ciencias Políticas grita “¡no se separen!, sigan unidos”; algunos corren, mientras le gritan a su amigo “¡salte güey!”, la desesperación por salirse del lazo que limitaba el contingente aumentó cuando el gas lacrimógeno hizo toser a todos.

Una voz decía: “cubran su boca con lo que traigan”, los empujones preocupaban a más de uno que no sabía si correr para alcanzar al resto de los manifestantes o esperar a su contingente; pero al final, la mayoría decidió esperarse. “¡Pinches policías!”, decían algunos, mientras se cuestionaban porqué les habían lanzado una bomba de humo.

Luego de un momento, todos guardaron la calma y se dieron prisa para alcanzar al resto de la gente; y los cantos continuaron:

“Porque el color de la sangre jamás se olvida, los masacrados serán vengados, vestidos de verde olvido, políticamente vivos, no has muerto, no has muerto, no has muerto camarada, tu muerte, tu muerte, tu muerte será vengada, y ¿quién la vengará?, el pueblo organizado, y ¿cómo?, luchando, entonces, lucha, lucha, lucha, no dejes de luchar por una educación científica y popular”.

Una porra tras otra salía de la voz de la multitud:

“¡Alerta!, ¡alerta!, ¡alerta!, ¡alerta!; ¡alerta!, ¡alerta!, ¡alerta que camina!, la lucha estudiantil por América Latina; ¡alerta!, ¡alerta!, ¡alerta que camina!, la lucha estudiantil por América Latina”.

“Mayores impuestos, menor educación, eso es para el gobierno la modernización; mayores impuestos, menor educación, eso es para el gobierno la modernización”.

“Ahora, ahora se hace indispensable, protestación con vida y castigo a los culpables; ahora, ahora se hace indispensable, protestación con vida y castigo a los culpables”.

“Ultras, guerrillas y acas; ultras, guerrillas y acas, arriba, arriba la Facultad de Polakas”.

El apoyo a la marcha venía desde los espectadores; algunos se limitaban a ver y tomar fotografías, mientras que otros les gritaban palabras de apoyo y les aplaudían. Pero ante nada llegaba el silencio:

“Si tú pasas por mi casa y tú ves a mi mamá, tú le dices que hoy no me espere que este movimiento no da un paso atrás, tú le dices que hoy no me espere que este movimiento no da un paso atrás. ¡Movimiento! ¡Qué chido movimiento! ¡Subversión! ¡Subversión! ¡Qué chida subversión!, tú le dices que no pague un peso, la UNAM es gratuita y así se va a quedar, tú le dices que no pague un peso, la UNAM es gratuita y así se va a quedar”.

-Yo soy, -¿quién?, -el obrero,- que sí, que no, el obrero, -yo soy, -¿quién?, -el campesino; que sí, que no, el campesino, -yo soy, -¿quién?, -el masacrado; que sí, que no, el masacrado, -yo soy, -¿quién?, -el que se echa una Goya; que sí, que no, el que se echa una Goya: ¡Goya, goya, cachún, cachun, ra, ra, cachún, cachun, ra, ra, goya, Universidad!

Han pasado dos horas de caminata y de gritar en una sola voz la opinión por medio de frases que los contingentes crearon para la ocasión; el Zócalo de la Ciudad de México se llenó de gente, cada uno de los pequeños grupos terminaron por consolidar un enorme conjunto de personas identificadas con el movimiento estudiantil; dejando testimonio de que hay un sector social que aún conserva su memoria.




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