TODOS SON EL CALIFORNIA

Por Rodrigo Neria Cano

“Cantinero de Cuba, Cuba, Cuba;
Cantinero de Cuba, Cuba, Cuba;
Tururun tun tun tun tuuuun”

México (Aunam). Suavemente, despacio, sube y baja su cuerpo, mueve las caderas, desliza las piernas, la melena larga, canosa y embarañada, danza al unísono con su cuerpo; cuerpo grande, cuerpo que refleja los estragos del tiempo. No para de sonreír, goza la música, los timbales, las trompetas, siente la música. Su mirada vidriosa, alegre, tal vez recuerde épocas pasadas, bailes pasados, galanes que se fueron. Baila sola.

Viaje al pasado

Sábado en la noche, California Dancing Club, solos o en pareja llegan las personas, la música invade los oídos desde el pasillo cubierto de fotografías con personajes famosos como Adalberto Martínez “resortes”, Alberto Vázquez y miembros de la Santanera, que alguna vez visitaron el California. La taquilla custodiada por cuatro hombres, recuerda imágenes de cines o teatros de mediados del siglo pasado, es una invitación a viajar en el tiempo y perderse entre las notas del danzón, la cumbia, y el estilo “santanero”.

Pagas tu boleto, lo entregas, abres la cortina. La pista de baile esta repleta, todos bailan, misma canción, diferentes estilos. Se fusiona las parejas, la música, los visitantes. Todos son el California.

–Un saludo a todos nuestros visitantes, en especial a los del movimiento swinger, parejas de mente abierta- de traje, en el centro del escenario bajo las letras anaranjadas brillantes de California, el presentador pregunta que quiere el público. –¿Un Danzón, una cumbia?

Comienza a tocar el Trompetista Lupe López y su orquesta, las mujeres sentadas al lado izquierdo, en las bancas empotradas en las trabes, esperan impacientemente, a que alguien tome su mano y las invite a bailar. Las más desafortunadas, quitándose toda pena, se levantan y comienzan a moverse al ritmo de los sonidos que emanan de los instrumentos musicales.

Aquí no es como en las fiestas familiares, aquí la pista nunca se vacía, damas y caballero permanecen en el piso de baile, mientras la banda prepara su siguiente número. Algunos van a la fuente de sodas: un vaso de refresco sólo cinco pesos, naranja, manzana, cola, limón. Hay sándwich, sabritas, y abanicos. Únicamente para calmar sed, calor y hambre.

–Aquí no se viene a comer, se viene a bailar – dice un hombre vestido con un traje negro y corbata gris a su acompañante, una mujer robusta, con el pelo entintado de rojo, que se queja por la poca variedad de alimentos.

Prohibido permanecer sentados

–Caballero – se acerca el mesero a la pareja que acaba de ocupar una mesa – mire sólo le comento, que aquí siempre se ha cobrado el derecho de mesa, así que solo le comento.
– mmm… le pago ahorita, o después.
– Ahora mismo, señor –. Saca una libreta – son veinte pesos.
– Sabe que, mejor no –. algo molesto, se levanta y toma de la mano a su pareja – vámonos.

En la centro de la pista, al ritmo de la cumbia, dos parejas, se adueñan de un espacio, y acomodados en líneas paralelas, bailan una coreografía.

–Ahora un dos/dos –. Da la orden el que parece ser el maestro. Los otros tres obedecen. Después da indicaciones con la mano, y los cuatro se sincronizan perfectamente.

Se les unen más parejas, intentan copiar los movimientos, pero no lo logran tan fácilmente. Termina la cumbia y comienza el danzón. Se desintegran y se unen en pareja. El maestro, toma por la cintura a su esposa.

Él: delgado, buena postura, traje gris, zapato negro pulcramente boleado, cabellos gris engominado hacia atrás, al igual que el bigote finamente cortado y peinado. Se mueve con gracia y soltura, es experto; Ella: estatura baja, rechoncha, ojos saltones como los de Rivera, blusa negra, y minifalda rosa mexicano, botas gris bajo las rodillas; tiene dificultad al mover los pies, parecen de un robot.

-¡Quieren seguir Bailando!
-¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!
-¡¿Qué quieren bailar?!
-¡Un Swing!
-¡Pues sigamos bailando!

Poco a poco, el salón comienza vaciarse, la música sigue, se arma otra coreografía frente al escenario, las mismas parejas que anteriormente lo habían hecho, pero ahora se les une una joven pareja veiteañera. Movimientos rápidos y con maestría. Joven y adulto fusionan sus movimientos, se sincronizan. Las demás parejas les otorgan espacio, dejan de bailar y los contemplan como un espectáculo extra.

Juventud y vejez, universitarios incluidos, bailan juntas este sábado por la noche al ritmo de la cumbia, en el California Dancing Club.




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