INUNDADOS DE SABIDURÍA: LIBREROS DE VIEJO CALLEJEROS

Por Luis Alberto Navarro Pérez
México (Aunam). Ellos no cuentan con un espacio organizado, múltiples anaqueles o escaparates, mucho menos con una computadora donde consulten la existencia de los ejemplares; no necesitan eso, el catálogo está en su cabeza y el desorden es sólo aparente, son los vendedores de libros viejos en el Callejón de la Condesa.

Ángel García Gutiérrez, estudiante de Comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM en el Sistema de Universidad Abierta (SUA), se levanta a las ocho de la mañana, un día como cualquier otro, sale de su casa ubicada en una de las tantas vecindades del centro histórico y decide ejercitar su cuerpo corriendo y caminando por la Alameda Central, regresa a su casa a las diez y desayuna, al terminar se dispone a empezar su labor. Por 20 pesos, un “diablero” le lleva seis cajas de material hasta el Callejón, “la verdad, lo podría hacer yo, pero si cansa” dice Ángel para justificarse.

A sus 25 años cuenta con la agilidad suficiente para montar el puesto en menos de 15 minutos. Una lona amarilla cubre a los libros de su enemigo más acérrimo: el sol. Unos cuantos tubos ensartados unos a otros para formar un rectángulo de tres por dos metros y una tabla con acuse de desgaste cumplen el papel de stand en la librería portátil.

El acomodo de los libros es todo un arte. “la gente puede llegar a pensar que están amontonados, pero no es así” aclara Ángel. Aquí no existe una norma para el acomodo, depende de cada persona. “yo pongo los libros conforme a tres reglas: la primera es dependiendo de la materia que hable el libro, es decir, si es de Matemáticas, Biología, Química, Física, etcétera; la segunda es de acuerdo al autor, porque aquí tenemos libros de autores muy importantes con muchos libros publicados y la tercera es por editorial”.

Los libros vienen en cajas color café, como las utilizadas para guardar huevo. Así como va sacando los libros los guarda (a la hora de recoger), pues ello permite ahorrar tiempo y mantener el orden de la librería. Al terminar de acomodarlos, acomoda su diablito, como mesa y silla, lo coloca atrás del puesto y le pone dos delgadas cobijas para hacerlo más cómodo.

Por el derecho de piso paga 20 pesos, un hombre pasa a recogerlos y se va. Al cuestionarle si sabe para quién es ese dinero contesta “no, ni idea, solo sé que si no lo das no puedes colocarte”.

Ángel García no es dueño de la “librería” solo trabaja para su patrón, de quien no quiso dar el nombre, no por temor a algo, sino porque simplemente no lo recordaba. “Yo trabajaba en la librería Gandhi de aquí del centro, pero desafortunadamente el sueldo no es competitivo, yo era cajero y por ocho horas de trabajo me daban 100 pesos” recuerda el novel librero de viejo.

Al preguntarle a algunos jóvenes con playera de la librería Gandhi, que aprovechan su hora de comida para sentarse a los alrededores del palacio de Bellas Artes, por qué trabajan en esa librería responden “no es tanto por el sueldo, sino más bien por el descuento que obtienes por ser empleado (descuento del 20 por ciento sobre el precio de caja)”. Para García Gutiérrez esto no es tan acertado pues, por el alto costo de los libros nuevos “a veces con lo de mi semana me alcanzaba para comprar un libro de Alfaguara y sobrevivir con el resto”.

Por eso Ángel decidió salirse de Gandhi, afortunadamente, gracias a su facilidad de palabra y a conocer los rumbos del Centro Histórico, lugar donde creció, le ofrecieron trabajar vendiendo libros viejos, la idea le gustó enseguida. “el sueldo es de 200 pesos, por ocho horas de trabajo, y además, la oportunidad de leer y adquirir libros a mucho menor costo fue irresistible”.

Su nuevo empleo le permite mantener a su pequeña Ana, de cuatro años, su adoración y por quien piensa salir adelante “su mamá y yo nos conocimos en el CCH-Oriente, nos enamoramos y de ahí salió mi hija. Desafortunadamente ya no estoy con mi novia pero por mi hija mantenemos una buena relación, le doy su gasto y además procuró involucrarme en el crecimiento de mi hija, la llevó al Kínder y le ayudó en sus tareas” con un nudo en la garganta agrega “hubiese querido darle lo mejor desde el principio, pero por eso estoy estudiando en el SUA y trabajando aquí”.

Los libros que se encuentran aquí son muy diversos, es posible encontrar poemas de Jaime Sabines, el clásico Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra en muy diversas ediciones, Elena Poniatowska y su Noche de Tlatelolco pasando por libros académicos como el Algebra de Baldor o Manual de periodismo de Vicente Leñero y Carlos Marín (cuando Marín no excluía a Leñero de los créditos del libro).

¿Cuánto es lo menos?

Inmerso en la cultura del mexicano está el regateo y aquí, donde el conocimiento es la principal mercancía, no es la excepción. “El Chamán” como le gusta que lo llamen, amigo de Ángel y dueño de su propia librería portátil se ríe al escuchar regatear a las personas.

“No entiendo porque no van y regatean así en El Sótano o en Gandhi, o incluso en el en Sanborn’s de los Azulejos, aquí al lado está bien que nosotros demos más baratos pero por eso ponemos un precio, ya hicimos la valoración del libro y el cálculo”, dice molesto “el Chamán”.

Antonio, el librero de enfrente, refuta la idea de “el Chamán” el no cree que sea la mejor estrategia para vender libros aquí. “no podemos compararnos con esas librerías, ellas están completamente capitalizadas, nosotros debemos aprovechar eso, el regateo, mira, una estrategia es aumentarle cinco o diez pesos y cuando te pregunten decirles: se lo dejo a tanto para que se lo lleve” en ese momento un joven se acerca y pregunta sobre el libro Noticias del imperio de Fernando del Paso “esta en 180, pero llévatelo en 170, es precio pa' la banda”. El joven lo compra. Antonio dice “ya ves”.

Los best-seller del Callejón

Antonio coincide con Ángel y con “el Chamán” aquí es un poco diferente a las “librerías de nuevos” como les llaman a su competencia. Aquí, un libro recién editado no es considerado como Best-seller “como es nuevo no llegan o son muy pocos lo que llegan ya como usados” señala “Toñito” como también le dicen al hombre de 40 años quien trabaja con los libros por amor a la lectura.

Aquí los libros más vendidos son “los clásicos, Carlos Marx, Maquiavelo; además de los que tratan temas médicos, físicos, químicos, matemáticos, etcétera. En pocas palabras, los libros académicos se venden muy rápido”. Dice Ángel García mientras despacha un libro de José Saramago, Ensayo sobre la ceguera de Alfaguara para ser precisos. 170 pesos a la caja.

¿Y por qué son los más vendidos? “porque a veces las editoriales los siguen vendiendo caros, y pues como son libros que las escuelas piden constantemente, ya existen muchos, entonces es más barato comprar uno usado que uno nuevo”. Contesta el Chamán y agrega “en otras ocasiones es por el tipo de edición, hay quienes gustan de una primera edición y vienen a buscarla aquí”

Como surtir la librería

Aquí, en las librerías de viejo portátiles, no existen los pedidos, aquí, la compra se hace conforme van “cayendo” los lotes de libros. En muchas ocasiones ni siquiera buscan distribuidores, la gente que cuenta con una gran variedad de libros cuando decide venderlos va al pasaje de libros y los ofrece, el precio no es por libro sino por caja, por lote, pues sólo así conviene comprarlos.

Incluso hay personas que recibieron herencias de libros y deciden venderlas “hace dos semanas me llegó un lote de tres cajas con libros de (Octavio) Paz, (Mario) Benedetti, (Fernando) del Paso, (Ramón) Xirau, y otros autores conocidos, por el pague 300 pesos y en un día le saqué el doble con sólo 10 libros de ese lote). Cuenta “Toñito”

Negocio rentable

Y es que las cifras son alentadoras, dependiendo el día y la temporada, los libreros de viejo pueden vender desde unos doscientos pesos, en un día malo, o hasta mil o mil 500 pesos,

Por un caja normal de libros (la cual trae entre cinco y diez) libros de autores renombrados, se pueden obtener ganancias de lo doble o triple o más de su costo. Todo depende del contenido del lote.

Los libros que no son tan conocidos también dejan ganancias. Estos constituyen el fuerte de la librería, son los que le dan “volumen”. Si bien no se desplazan tan rápido “algún día seguro se irán” señala Ángel. Y es que existen especialistas que buscan no solo cierto libro, sino ediciones que ya no se comercializan o son complicadas de encontrar.

Dejarlos como nuevos (casi)

“El Chamán” y “Toñito” pasan bastante tiempo del día arreglando libros. La técnica es sencilla pero la paciencia y dedicación con la cual la llevan a cabo demuestra el respeto que le tienen a los libros. La única herramienta es una lija delgada y desgastada para no maltratar el libro.

El procedimiento es el siguiente: se toma el libro por el lomo, se palpa y de esa forma se evalúa, haber si aguanta una “re estiradita” dice “el chamán”. Si pasa la prueba entonces se empieza a lijar con mucho cuidado las orillas del libro, toda la parte de las hojas, esto le permite a los libros des hacerse del maltrato por su uso y recuperar años o días de vida.

Somos como una familia

Los vendedores del Callejón de la Condesa se consideran como una familia. Y como en toda familia hay grupos, amistades y enemistades. Pero, como dice Ángel García Gutiérrez, “entre tanto libro se aprende de civilidad y por lo tanto los problemas se resuelven hablando”.

Llegan las 7 de la noche, la mayoría debe recoger, la vendimia ha terminado. Las lonas amarillas empiezan a caer, a esta hora ni siquiera son necesarias, los libros son retirados de sus “aparadores, de sus estantes” con cautela son guardados en cajas, poco a poco, uno tras otro, en estricto orden.

La librería desaparece para dar lugar al mito colonial del Callejón de la Condesa donde dos hidalgos se mantienen por tres días y noches uno frente al otro, en su carruaje, tratando de llegar al otro lado, ninguno cede el paso pues consideran rebaja su nobleza; el virrey intervino y ordenó que uno saliera por la calle de San Andrés y el otro por la calle de la plazuela. Este mito está escrito en uno de los tantos libros de viejo de venta en el mismo Callejón.




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