DONDE HUBO FUEGO, ESCOMBROS QUEDAN


Por Luis Alberto Navarro Pérez
México (Aunam). Si por estos días uno camina por las congestionadas e invadidas banquetas del eje central Lázaro Cárdenas, y se detiene a la altura del número 109, encontrará algo poco usual, el Cine Teresa está cerrado.

Su taquilla, empolvada y sucia, ya no vende boletos de 30 pesos, lo mismo a universitarios que a obreros y personas adultas, incluso algunas mujeres; su taquillero ya no recuerda a los asistentes: “existen cámaras de seguridad en todo el cine”; los transeúntes puritanos ya no juzgan con su mirada inquisidora a quien tiene la osadía de admirar uno de los actos más naturales del ser humano: Hacer el amor.

Incluso, en la era del internet, los desconocidos ya no podrán citarse (usando foros) en las salas para tener encuentros cercanos de cualquier tipo. Porque muchas veces la función no se daba en la pantalla sino en la propia sala, donde más de una vez por día el personal de seguridad, con voz enérgica, pero, como si no supieran a ciencia cierta el hecho, debían decir “abandonen la sala, por favor”.

Cinco hombres salen del cine, seguros de si, empiezan a tomar medidas de la fachada, comentan anécdotas de su vida, se ríen, están contentos. Al cuestionarles sobre los detalles del cierre del cine su jocosidad cambia, de forma cortante, uno de ellos se limita a contestar que no sabe ni cuando cerró el cine, ni cuando abrirá, tampoco sabe que remodelaciones se harán al lugar, y mucho menos tiene conocimiento si volverá a ser cine porno, comercial o será usado para otra cosa.

Es seguro que el hombre trabaja en la obra, lo que no es seguro es su capacidad para publicitar el inmueble, ni siquiera para reestructurarlo, pues para hacerlo se debe tener el conocimiento de los “porqués”
Este inmueble es representante del Art Deco mexicano, creado por el ingeniero Francisco Serrano en 1942, dueño de una estructura envidiable por cualquier sala de cine contemporánea, con sus musas de porcelana y su magistral sala con capacidad para 3105 espectadores, donde en la segunda mitad del siglo XX desfilaron lo que se denominó damas metropolitanas


Eso cambio con el tiempo, pero sobre todo con la crisis, donde muchos cines de su misma índole cayeron. Pero el Teresa encontró en la industria porno su salvación. Su sustento. Al mismo tiempo dio satisfacción a todos aquellos ávidos de llenar sus ojos de imágenes y sonidos del placer más grande jamás creado para el ser humano. El Teresa cambio de ser un cine para las damas metropolitanas a ser un cine para ver damas de la vida galante, de moral distraída.

Tres hombres de complexión delgada, con una estatura de 1.60, aproximadamente, y ropas que denotan un nivel de vida no muy prominente, rotas y descuidadas, para algunos incluso pasadas de moda, se encuentran en la entrada del cine; sin embargo, no están ahí para ver y escuchar lo que Marcio Veloz Maggiolo denomina: la agonía del amor (sexo).

Tocan la puerta, y con un rechinar que parece lamentar su descuidada estructura, se abre sólo para dejar ver penumbras al fondo y, adelante, polvo que indica los trabajos de restauración del cine. Los dejan pasar, y uno de ellos, antes de entrar, comenta más al aire que a sus compañeros “no manches, yo antes dejaba de trabajar por venir, ahora trabajo en él”.

Enfrente del cine pasa una pareja de 30 años aproximadamente, al menos la vida los ha hecho parecer de esa edad, y voltean a ver la marquesina del lugar. El señor, con una voz sorprendida, le señala a su compañera de andar “mira, ya lo cerraron, que mal” y casi en voz baja, dándose cuenta de la imprudencia que cometió, o el balconeo en el que cayó, añade: “bueno, mal para quienes venían”, por su parte la mujer, con rostro de fémina asustada, se limita a decir con su silencio “cochino, de seguro tú entrabas a esa sala”.

Y así, la vida por el Eje Central transcurre, no se puede decir cotidianamente, pues el recinto es parte medular de su existencia. Afortunadamente para algunos y desafortunada para otros, este representante de la historia cinematográfica amenaza con volver, no puede ser demolido por ser considerado patrimonio cultural arquitectónico, tampoco puede sufrir muchas modificaciones.

No se sabe en cuánto tiempo, pero pronto volveremos a ver en funcionamiento, lo que para algunos es: “el cine porno más antiguo y lujoso del mundo”.




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