¡VIVE EL CENTRO HISTÓRICO!

Por Oswaldo González Balanzario
México (Aunam). Todos los caminos llegan al Centro Histórico, el cual alberga muchas edificaciones con un gran valor histórico y cultural. La Plaza de la Constitución o Zócalo es el punto más conocido de la ciudad, en él se encuentran la Catedral Metropolitana y las ruinas del Templo Mayor, símbolos arquitectónicos que enmarcan la mezcla de dos culturas; en otro punto no lejano a éste, se halla el Palacio de Bellas Artes, recinto que da cabida a los eventos culturales más importantes, a un lado de éste se halla el lugar de esparcimiento más antiguo de la ciudad: la Alameda Central. Aún quedan muchos lugares por nombrar: El Antiguo Colegio San Ildefonso, el Museo Nacional de Arte (MUNAL), el Palacio de Minería, la Casa de los Azulejos, entre otros.

Cada calle, cada edificio y cada plaza guardan un valor patrimonial inigualable que no todos saben apreciar. A muchos el smog, los ambulantes, el ruido y los apuros cotidianos les han impedido detenerse un minuto para descubrir sobre lo que se halla en el primer cuadro de la capital del país.

Históricamente, el Templo Mayor fue el centro absoluto de la vida religiosa, política y social de los mexicas. Actualmente, a un lado de las ruinas se encuentra el Palacio Nacional, sede del Poder Ejecutivo de la Nación.



Ahí, en la plancha, el corazón del Centro Histórico y del Distrito Federal han habido desnudos masivos; protestantes que militan con el partido que gobierna al Distrito Federal actualmente; conciertos multitudinarios, museos temporales y pistas de hielo. Cada 16 de septiembre desfila el temible arsenal con el que contamos y una noche antes, tal vez por única ocasión en el año, gritamos con orgullo ¡Viva México!

Limitado al norte por las calles República de Honduras y República de Nicaragua al sur con la plaza Tlaxcoaque, al este con Anillo de Circunvalación y al oeste con la Alameda Central, el Centro Histórico de la Ciudad de México cuenta con 9.1 kilómetros cuadrados de superficie, donde se encuentran 1,436 edificios con valor monumental subdividido en dos áreas contenidas en dos perímetros: el A con una espacio de 3.2 km2 (en los que se concentran el mayor número de monumentos) y el perímetro B (extensión de 5.9 km2 que funciona como zona de amortiguamiento).

En dicha superficie, con miras a los festejos del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, y con el fin de mantener las acciones realizadas más allá de estas fechas, a partir del año 2002 se ejecutó el proyecto de recuperación del casco viejo de la ciudad.

Antes que nada, es necesario aclarar el equivocado uso de la palabra rescate. “Rescate quiere decir que está perdido. En cambio, lo que se lleva a cabo es un proyecto de conservación, de protección y de desarrollo del Centro Histórico”, así lo afirma el Maestro en Arquitectura José Vicente Flores Arias, el Director de Desarrollo Inmobiliario del Fideicomiso del Centro Histórico.

Las obras realizadas tanto por el organismo que representa como por las demás fundaciones de la iniciativa privada que apoyan y secundan el plan, son medidas para que los servicios y las actividades ocurridas en el primer cuadro de la capital, cada vez sean de mejor calidad para un mayor número de personas.

Y aunque la arquitectura basada en el juego de la cantera y el rojizo tezontle es excepcional, “Lo más importante en una ciudad es lo social, lo cultural y lo urbano, y en torno a estas cosas, gira todo el propósito de conservación del Centro Histórico”, asegura el director.

Según la página del Fideicomiso, entidad dirigida por Inti Muñoz Santini, estas acciones contemplan factores históricos, urbanísticos, económicos, sociológicos y técnico-administrativos, con el fin de implementar programas y actividades que garanticen y estimulen una coexistencia equilibrada entre habitantes y usuarios con las edificaciones, los monumentos, el espacio público y las instituciones.

Asimismo, según el sitio de internet www.transparencia2008.df.gob.mx, para el año en curso, el Fideicomiso cuenta con un total de 75 mil 634 millones 442 pesos para realizar las obras correspondientes al 2009. En el mismo sitio, se aclara que el presupuesto asignado varía cada año y se otorga en función de las operaciones a efectuarse durante cada periodo.

Al hablar sobre el porcentaje de avances cubiertos por las labores, el especialista explica que los programas de desarrollo que se tienen abarcan hasta el 2012, y si bien para el próximo año se desea presentar al Centro en condiciones de otorgar servicios y espacios para realizar las fiestas correspondientes, lo ansiado en realidad es tener la urbe en las mejores condiciones posibles todos los días del año.

Sin embargo, este mantenimiento no puede recaer sólo en las autoridades, por el contrario, la ciudadanía es incluso más responsable que el propio Gobierno, pues es ella quien debe actuar con sensatez, colaboración y voluntad, para conservar lo que tenemos: el patrimonio histórico y cultural.

Afortunadamente, la mayoría de las personas no sólo coinciden en pensar que la conservación del Centro es una labor conveniente y necesaria, además, son conscientes del papel que les corresponde. Tal es el caso de David Jiménez, quien ha pasado toda su vida en el primer cuadro y es capaz de describir cómo ha sido la evolución de éste.

David Jiménez Alcántara es Licenciado en Relaciones Internacionales por el Instituto Autónomo de México (ITAM), lleva tres años residiendo en su nuevo departamento, ubicado en el nuevo corredor peatonal, Regina, y pese a ser relativamente joven, tiene mucho qué decir sobre el Centro.



Con la mezcla entre el ruido de los carros y la música de un organillero, a unos pasos de su residencia, David, acompañado de Ileana, su novia, cuenta lo que representa el Centro Histórico para él:

“Es la parte simbólica más importante no sólo de la ciudad, sino del país, por lo que la conservación de éste no debe ser considerada como un lujo o una necesidad, sino como una obligación, porque el Centro Histórico es el epicentro de muchas cuestiones que rigen nuestra cultura”.

“Atz”, como lo llama Ileana, acepta que posee un poder adquisitivo mayor al de la generalidad de los capitalinos, no obstante, contrario a lo que se podría pensar, mantiene su perfil bajo y aclara que el poco o mucho dinero del que dispone, lo aprovecha en viajar y en llenarse de libros para aumentar su conocimiento. Después de haber realizado un viaje por Europa, David está convencido que el Centro Histórico de la Ciudad de México es inigualable.

“No hay otro igual que éste en todo el mundo, tan vasto, son cientos de cuadras, me parece que no existe un centro con tantas iglesias. Por ejemplo, creo que la ciudad española con más iglesias que hay tiene 40, sólo en el primer cuadro del Distrito Federal hay más de 40, es decir, el Centro Histórico es una ciudad en sí misma, es más grande que París”.

En relación a la evolución, el egresado del ITAM aclara las diferencias entre el pasado y el presente del primer cuadro de la ciudad, pues no sólo en el índice demográfico es donde se ven los cambios.

“Cuando era chico, estoy consiente que para los visitantes, caminar por el centro era una experiencia desagradable, porque antes, a pesar de la belleza de los edificios, éste era peligroso, sucio y desordenado, donde cada quien podía hacer lo que quería. Ahí estaban los ambulantes, el ejemplo perfecto”.

Hace 10 ó 20 años, además de la infinidad de comerciantes que se podían encontrar prácticamente en cualquier calle, transitar de noche por el Centro no era lo más recomendable. Las calles eran muy sucias, la delincuencia imperaba, se hallaban partes llenas de sombras y en cualquier momento podían asaltar.

En la actualidad, si bien la transformación total va a tardar un poco más, la cara de la moneda es otra: ya existe iluminación en gran parte de las vías, policías que vigilan las zonas marcadas como inseguras, nuevos establecimientos y actividades culturales.

Sin dudarlo, el habitante de Regina invita a todos los mexicanos a visitar el Centro Histórico de la Ciudad de México, a apreciar su arquitectura, su nuevo rostro, sus calles, tales como Alhóndiga y Talavera, las cuales, menciona, son pasajes habitacionales llenos de sofisticación y entretenimiento, con exposiciones, restaurantes y bares.

En la calle de Madero, ubicada del lado izquierdo de la Catedral, cada transeúnte camina con diferentes objetivos y en diferentes direcciones, algunos van hacia el Palacio de Bellas Artes, otros hacia la plancha del Zócalo, algunos llevan en sus manos bolsas de las tiendas departamentales de la calle, otros comen helados o beben agua para mitigar los más de 25°C que azotan la ciudad, donde el sol se encuentra en el cenit.

Hay familias, grupos de amigos y personas ensimismadas que el único sonido que escuchan es el de los audífonos de su Ipod; chicas andando en bicicleta, jóvenes paseando a sus mascotas, policías que resguardan el orden.

Joselo, otro habitante de la delegación Cuauhtémoc, de piel morena, rastas, lentes oscuros y actitud positiva, es una de las personas que también está conforme con las obras, no le importa observar algunos escombros, tampoco le molestan los trabajadores que aún deambulan realizando diversos arreglos, incluso, tolera el pagar un poco más de renta, pues sabe, el Centro es el corazón de la ciudad, “Coyoacán ya es provincia”, dice con ironía.

En conjunción con el Fideicomiso, la Fundación del Centro Histórico de la Ciudad de México, creada con el apoyo de Fundación Telmex en el año 2002, es otra de las asociaciones que intervienen en la conservación, desarrollo y revitalización del primer cuadro de la ciudad.

Entre sus principales proyectos, se destacan un mejor tratamiento del agua, la implantación de garantías de seguridad, la restauración y conservación de inmuebles, programas encaminados hacia el bienestar económico y social, así como actividades y espacios culturales y recreativos.

En relación a esta última parte, la recuperación peatonal del Centro es una tarea que vincula lo social, lo turístico y lo cultural. Regina, justo donde vive David, es el ejemplo perfecto de las calles para caminar.

Desde octubre de 2008, una parte de la vía del Centro Histórico cambió el paso de automóviles por el de peatones, tal vez unas cuantas bicicletas. Pero más que un simple camino, Regina es todo un corredor cultural.



De oeste a este, justo donde termina Echevaste y comienza la calle en cuestión, comienza a percibirse un ambiente de primer mundo. No existe rastro alguno de basura, pero por si las dudas, un barrendero recorre la acera con dos botes sobre un carrito, porta un uniforme anaranjado con destellos fluorescentes para evitar ser atropellado y su escoba hecha a base de ramas.

Más adelante, en el cruce con Isabel la Católica, a la izquierda se observa el café Le Kemir; no hay muchos consumidores dentro del lugar, éstos prefieren estar afuera, bajo unas carpas color arena que los protege de los rayos del sol. Las notas de un trovador parecen causar malestar en las personas que ahí se encuentran.

Al seguir caminando, se aprecia que a lo largo de toda la vía se han remozado las fachadas y se han colocado árboles, palmeras artificiales, mesas con tableros de ajedrez y bancas, todo con el fin de embellecer el ambiente.

La Bota es el comercio que llama la atención. Hay una infinidad de botellas de ron, paliacates rojos, banderas de Cuba y de México, fotografías de los años 50, una bufanda del Real Madrid y hasta una bicicleta “Vagabundo” cuelga de una de las paredes de la posada.

En primera instancia, el sitio parece recargado sin embargo todo encaja perfecto con la memorabilia. Un detalle más, el piso cuadriculado de azulejo se ve desgastado, podría parecer viejo, pero en realidad le da el toque clásico al lugar.

Antes de llegar a 20 de noviembre, a la izquierda se lee la cita: “El Rostro cambia”, es un mural con las imágenes del día en que Regina se hizo peatonal. Está el retrato de “Chucho”, el de la tiendita; la de doña Margarita, la de la estética; la de “Pepe”, el gasero; así como otras tantas de los locatarios y vecinos de la cuadra.

Al entrar a Regina, el rostro cambia, ya sea algún turista, un habitante de la capital o un residente. Como parte del proyecto, la vialidad en cuestión fue el lugar idóneo para comenzar con una serie de corredores peatonales en el primer cuadro de la ciudad. En unos cuantos meses, también se podrá caminar por Alhóndiga y San Ildefonso sin tener que preocuparse de los vehículos.

El proyecto de conservación, de protección y de desarrollo del Centro consiste en objetivos a corto, mediano y largo plazo. “El 2010 es sólo una meta programática”, aclara el Arq. Flores Arias. “Al 2012, hoy se tiene un avance del 35% y es en la zona sur-poniente del casco viejo de la ciudad donde más se notan los cambios”, ratifica el también profesor en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Para David Jiménez, el primer cuadro de la capital es su casa, en él vive, en él trabaja, en él se divierte. Para el arquitecto Vicente Flores Arias, el Centro Histórico “Es el símbolo de lo que hemos sido como país, de lo que hasta hoy nuestra sociedad ha logrado construir. La Ciudad de México es el espejo de la realidad social”.

Desde hace más de 700 años, el Centro Histórico ha sido un lugar agitado, primordial, bullicioso y vivo. Ha tenido sus decadencias, pero nunca se ha extinguido. Cada ciudadano piensa diferente respecto de él, pero al recorrerlo y al detenerse por unos instantes, la mayoría coincide en sentir algo de patriotismo, algo de orgullo mexicano.





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