AMÉRICA LATINA NO ESTÁ INDEPENDIZADA: EDUARDO GALEANO

  • Se reune el escritor con miles de universitarios en el CCU

Por Zianya Itandehui Sandoval Rodríguez
México (Aunam). En el encuentro Eduardo Galeano con sus lectores, el escritor uruguago dedicó su charla al primer “zapatista” de Irak, el periodista que lanzó sus zapatos contra el ex presidente de Estados Unidos, George Bush, y a su amigo Adolfo Gilly.

Ante unos cuatro mil asistentes que colmaron los alrededores y la Sala Netzahualcóyotl (con capacidad para 2, 500 personas), el autor de Las venas abiertas de América Latina, afirmó que la región “no está independizada”, oración que ejemplificó de diversas formas, como cuando dijo que a los latinos les gusta bailar la canción del Titánic al ritmo de salsa.


Eduardo Hughes Galeano se encontró con sus lectores universitarios en una jornada que devino en acto político, pero que el escritor supo sortear sin dejar de lado la cortesía.

La cita era a las seis de la tarde en ese recinto del Centro Cultural de Ciudad Universitaria, pero desde una hora antes ya había una larga fila que casi daba vuelta a la sala, que ya se encontraba abarrotada. Aun así, la gente seguía registrándose para entrar.

A la hora convocada, una voz se escuchó decir: “lamentamos informarle que la sala se encuentra a su máxima capacidad”, y como surgidas de la nada unas vallas separaron aproximadamente un kilómetro a la multitud de la entrada.

La gente comenzó a protestar, los organizadores pedían silencio, alguien respondió: “no nos calles, allá adentro se va a hablar de democracia y aquí no la tenemos”; luego se escuchó un coro de “portazo, portazo”, y cuando ya estaban listos para darlo, los ánimos se calmaron cuando se enteraron que se habían improvisado dos bocinas para escuchar al maestro:

“Eduardo Galeano, muchas gracias por venir a la Universidad, le informamos al público que hoy no hay firma de autógrafos, será hasta mañana en la librería de Siglo XXI, a partir de las cuatro de la tarde”, informó una voz, a la que respondieron expresiones de decepción; pero fue más fuerte el “¡Cachún cachún, ra ra, cachún cachún, ra, ra, Goya, Universidad!”.

Galeano hizo su aparición ante el público, durante hora y media habló de todo un poco, lo mismo sobre la decepción que sufrió al enterarse que el nuevo presidente de Estados Unidos incrementó el presupuesto de guerra, que sobre el oficio del cuentacuentos.

A las siete de la noche una imagen débil (aún había luz solar) de Galeano apareció en las pantallas colocadas para las mil 500 personas que no alcanzaron lugar. Al terminar su discurso, ahora sí se podía ver nítido su rostro, mismo que agradecieron los de afuera, porque justo entonces comenzaría la ronda de preguntas y respuestas.

Listo para comenzar a responder los cuestionamientos escritos en las papeletas que le fueron dadas, se escuchó de entre la multitud un grito de “¡justicia, justicia!”. Era Lucía Moret, la mexicana que logró sobrevivir a los bombardeos del gobierno de Colombia a un campamento guerrillero y quien le entregó, al borde de llanto, el expediente de su caso.

El autor apenas se recuperaba con un “agradezco ese beso inesperado”, cuando una mujer le colgó en paliacate rojo como significado de la lucha por la tierra. Era Trinidad Ramírez, esposa de Ignacio del Valle, preso en el penal de máxima seguridad de El Altiplano, Estado de México, acusado de secuestro equiparado, a raíz de su oposición a la venta de sus ejidos de San Salvador Atenco, donde el primer gobierno federal panista pretendió construir un aeropuerto.

Galeano estaba de nuevo listo para responder las preguntas cuando alguien colocó una manta y se escucho el coro de: “vestido de verde olivo, políticamente activo, no has muerto, no has muerto camarada, tu muerte, tu muerte será vengada. ¿Y quién la vengará? El pueblo organizado… por eso, lucha, lucha, lucha, no dejes de luchar, por una educación política y popular”.

Una nueva consigna estaba a punto de ser entonada, pero el autor de Espejos, sin ser grosero, pidió a sus simpatizantes que lo dejaran continuar con aquello que se llamó Eduardo Galeano con sus lectores, “porque si no, no tendría caso, no sería una charla como pretendo que sea”, dijo.

Así, sólo respondió cinco de las muchas preguntas. Listo para retirarse se detuvo a contestar a las voces de “foto, foto” o “firma, firma”. "Lo siento, me tengo que ir; pero bien dicen, como saben, los mexicanos: nos estamos viendo".

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