EL CLÁSICO DE LA AFICIÓN

  • América y Pumas... una añeja rivalidad
Por Isaid Mera
México (Aunam). En el futbol nacional existe una rivalidad muy peculiar; cuando se juntan en el terreno de juego el amarillo crema del América y el azul y oro de los Pumas, salen chispas por todos lados, la tribuna luce un colorido único, los canticos de las barras universitarias y águilas le dan un folclore especial a este encuentro, y en la cancha ni se diga. Se juegan más que tres puntos, también el orgullo.

Para el Club Universidad, el clásico es contra América, no hay más, existe rivalidad con otros equipos pero este partido en especial es el que no puede ni debe perderse, el que le da un tinte distinto a el torneo; el jugador que haga un gol en este partido lo gritara como nunca, si se gana, la afición saldrá más contenta que con cualquier otra victoria.

Tres finales en la década de los ochenta acrecentaron esta rivalidad, dos de ellas las ganó el América; en una de éstas se vivió uno de los capítulos más negros en la historia del arbitraje mexicano y de todo el futbol de este país, fue un parteaguas en la rivalidad entre ambas instituciones.

Era 1985, Pumas llegaba como líder del torneo y practicaba un futbol espectacular. En el partido de ida, jugado en el estadio Azteca, empataron a un gol; para la vuelta en el Olímpico de Ciudad Universitaria, el marcador fue de 0-0 -en dicho partido hubo una tragedia, aficionados murieron aplastados y asfixiados en túneles de acceso a las tribunas-.

Al no contar los goles de visitante, como criterio de desempate hubo necesidad de ir a un tercer partido que se llevó a cabo en el estadio Corregidora de Querétaro.

El arbitro Urrea tuvo un desempeño desastroso en este tercer partido, quien años más tarde reconocería sus errores, aunque afirmó no fue con el fin de favorecer al equipo de Coapa.

Muchos aficionados pumas lo catalogaron como un robo; al minuto diez de la primera mitad el juez marcó un penal al América por una mano dentro del área sin intención; posteriormente, otra jugada idéntica en contra de América no fue marcada. En general, el partido tuvo un arbitraje tendencioso a favor del equipo azulcrema, el despojo a los universitarios se consumó.

En 1990, Pumas vengaría su dos derrotas anteriores levantando el titulo en Ciudad Universitaria frente al América, con un gol memorable de Ricardo “Tuca” Ferreti, de tiro libre, bautizado como “el tucazo”.

Hoy en día no han cambiado mucho las cosas, los aficionados universitarios desde la cuna traen ese odio deportivo al América y viceversa; la diferencia entre ambos conjuntos es muy marcada: el América es el poderoso, el “millonetas” que todo quiere arreglar con dinero, y Pumas representa a la Máxima Casa de Estudios, a los pensantes, a los universitarios, con un perfil más humilde.

La gente de la Universidad le canta al rival diciendo que: “Pumas no tiene mujer, Pumas no tiene marido, sólo tiene un hijo puto que se viste de amarillo”; la contraparte americanista bautiza a los seguidores felinos como “Las gatas”, llaman al Olímpico “la caja de arena”, en alusión al mote despectivo de Pumas.

El próximo domingo, en la cancha del estadio Azteca se vivirá una edición más de esta añeja rivalidad, en donde Pumas y América saldrán no sólo a ganar el partido, sino a defender el orgullo de sus instituciones y el de millones de seguidores en todo el país.

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